El suspiro del que conoce

PORTADA-44-CANCIONES-REALISTAS

44 canciones realistas, por Carlos Henrickson

Libros del Pez Espiral, Colección Pez Espada,  2015.

 

El frío del acero brilla sobre los cuerpos húmedos y atrincherados; templa el tono de las voces, acompasa las rutinas dibujadas en el frente. Creció como una negación fundacional esta guerra aquí jocosamente sugerida, hasta que terminó su larga broma en un generalizado silencio y acato, desprecio a quien quisiese volver a oír. “Poética bajo fuego” inaugura así el libro, con el ánimo del informante que, estancado en la trinchera, escribe reportes de guerra para una población que insiste en celebrar una trasnochada fiesta de la paz; el informante es antípoda del Hölderlin que vio en el Tratado de Lunéville “los días de bondad segura y sin temor”. No hay espacio ya para tales expectativas: imposible considerarlas con los ojos abiertos a las novedades del frente.

Las canciones se hacen cargo de un habla atropellada por el frío de la trinchera inútil, dada una guerra que nadie parece percibir, y que de tan ausente se resuelve en una dolorosa risotada. Los poemas se escriben en una lengua que nombra el conflicto por el miedo y por la burla feroz; cada uno es un largo aliento de versos encabalgados y nerviosos, que pierden autonomía en pos de un conjunto desbandado en ácido lirismo. Los versos más pesados, los menos felices, en más de una ocasión hacen posible que el poema surja como un todo vívido y sagaz. Incluso en los momentos débiles, es posible encontrar un estilo firmemente asentado. Destaca en esta obra su atormentada armonía, cada poema entonando una nota única.

Se prescinde completamente de la estrofa, como si radicase en esa ausencia la denuncia de lo apremiante de los tiempos. Irónicamente, el oficio del informante fue forjado en el acero tirano. De esta pugna nace su herida, de allí la ironía característica, “el vehículo de sus estocadas”, en palabras de Juan Pablo Pereira. Es entonces la guerra, como condición de vida y de escritura, un estado ampliado a todos los ámbitos de la existencia, y que lleva en sí la necesidad de un registro que por su atribulado origen deviene en ironía mordaz. La biografía es trinchera.

El epígrafe de Nietzsche (fragmento 248 de “La gaya ciencia”) da cuenta de esta compulsión al hacer patente la limitación de la propia obra, ¿qué importancia puede tener un libro que no nos lleva más allá de todos los libros? Bien dice Foerster al señalar que estas canciones “vislumbran distintas zonas del mundo, que en un principio, no parecen emparentadas”, pero que tienen a la literatura como denominador común, a la literatura como manera de conocer y, en última instancia, de apropiar. El fragmento 249 de “La gaya ciencia” refiere “el suspiro del que conoce”, la pretensión de quien aspira a hacer suyo un pasado probable a través de múltiples seres “como a través de sus propios ojos (…) como con sus propias manos”, y es allí en donde se fundamenta la aparente diseminación de los temas, géneros y personajes (Allende, Abraham, el mismo Nietzsche, etc.) del poemario, en esa codicia angustiante, fundada en un mismo suspiro y tono.

En este sentido se define el realismo, y así se expresa, quizás, en el poema “Pequeña canción realista”: “Las manos toman, las manos dejan/caer cosas, para que otras manos/las tomen”; el conglomerado de cosas que se quieren hacer propias, un pasado y un presente que se quiere visibilizar, bajo el anacronismo terrible de las “estatuas marmóreas”, símbolos de una carga histórica que paraliza. Es un quehacer que se nos revela imposible de sobrellevar, una desvinculación primordial con la materia. El realismo es la codicia que busca dar cuenta de una realidad a partir de una experiencia que se figura como propia incluso en lo múltiple, “un sí mismo que apetece todo”. El adjetivo de “realistas” es, pues, una broma pesada, o una tentativa que tiene por cierta la cercanía del fracaso: “Vivimos en la victoria, cantamos toda la noche,/en torno a fogatitas armadas/con papel impreso.” Se reconoce así la labor que indicara Marchant: “establecer la catástrofe como catástrofe”, la guerra como tal, abrir los ojos frente a “la parálisis de la historia de Chile”, para luego dudar, ya desde el primer poema, de tal tarea, y reír de lo fútil del intento.

El poemario es en sí mismo una dificultad de escribir el pasado y, por tanto, de escribir el presente. Su búsqueda perpetrada a titubeos, asemeja la escena del tartamudo en la película “El Espejo”: frente a la pregunta por el hogar, se balbucea el lugar de origen.

 

por Rafael Cuevas Bravo

Cristóbal Briceño: «Lo ideal sería no aprender a hablar»

briceno

Esta entrevista nace del interés literario que tenemos sobre las letras del prolífico compositor Cristóbal Briceño y por la urgencia de generar dialogo entre los diversos oficios artísticos. Quisimos indagar sobre su relación con la literatura y su escritura, aquí el resultado.

 Con esta entrevista inauguramos una nueva sección en Quinuayana, que la disfruten.

(entrevista via e- mail)            por Rafael Cuevas y Gaspar Peñaloza

¿Tienes algún(os) autor(es) de cabecera?

Sí, varios, tengo una especie de dreamteam, los que siempre ando buscando en los libros usados… pero a ese equipo siempre le voy haciendo retoques, ahora mismo estoy leyendo a Machado de Assis, pero diría que en general me he quedado bien pegado en la pasada del siglo diecinueve al veinte. Ahí tengo grandes favoritos, como Chéjov, Papini, Unamuno, Lagerkvist, Nietzsche o Pessoa.

¿Algún género predilecto?

Lo que sea que me mantenga atento y sorprendido, como un niño.

¿Qué te parece el movimiento reciente de editoriales independientes en chile, sigues alguna editorial o autor que este publicando actualmente?

Lo desconozco. Soy un lector muy poco social.

En la canción Estudiar y trabajar haces referencia a la diferencia que hace leer un libro por el placer de descubrir, ¿por qué te parece importante la lectura fuera de un programa?

Bueno, Borges opinaba que la lectura obligatoria era un contrasentido, y es muy difícil no estar de acuerdo. Porque buena parte del placer de leer y de descubrir está en la búsqueda, en el camino personal que hemos recorrido para llegar ahí.

 ¿La lectura, entonces, te hace mejor persona?

Mejor persona, peor persona, no sé. Mira, yo pienso que lo ideal sería no aprender a hablar nunca. Y ciertamente no aprender a escribir. Las palabras nos encajonan, nos limitan. Cuando celebramos a un niño que aprende sus primeras palabras diciendo “¡qué grande que está!” decimos mal, pues ese niño acaba de sacar un boleto al empequeñecimiento. Aprendemos a nombrar la mayoría de las cosas antes de conocerlas, de experimentarlas. Gabriela Mistral describe su infancia campesina como un lujoso privilegio, en parte porque le permitió entrar al mundo de los libros recién a los diez años, cuando ya contaba con una muchedumbre de formas y siluetas legítimamente ganadas. Su mente, dice, se había amoblado no de nombres sino de cosas. Pero ya que hemos sido condenados a saber hablar anticipadamente, y ya que aprendimos a escribir antes de tener algo sobre lo que escribir, entonces creo que lo mejor que podemos hacer es llevarlo lo más lejos posible, sumergirnos cuanto podamos en la palabra, tratar de dominarla, a ella, a ese caballo policíaco que se nos ha impuesto, y tratar de hacerlo nuestro para liberarlo y entonces que nos lleve adonde le dé la gana, y extraviarnos juntos alegremente, sí, habiendo ganado la palabra entera. Pero es una fantasía, un trabajo que lleva toda la vida y estoy seguro que nunca se completa.

En más de una ocasión has mencionado tu admiración por Chuang Tzu, ¿qué es aquello que hace de este autor algo especial para ti y para tu escritura?

En primera, no sé si podemos llamarlo autor. No al menos en nuestra manera de entender a un autor. Yo lo que he leído de él son traducciones de traducciones de diversos compilados de ideas, fábulas, parábolas, discursos, pensamientos y poesías que a él se le atribuyen. Recordemos que vivió hace casi veinticinco siglos en nuestras antípodas, es una estrella muy, pero muy lejana. Pero lo increíble que tiene es que a pesar de ello, de todos los obstáculos imaginables, se me aparece como si lo tuviera al lado, metido adentro de mi cama. Estaba yo de hecho metido en la cama, la noche siguiente al lanzamiento del disco “Conducción”, con un malestar enquistado en el pecho. No sabía por qué me sentía así, si todo había salido supuestamente bien, La Cúpula se había llenado con dos mil personas, técnicamente todo había funcionado bien… ¿por qué no podía disfrutarlo? Instintivamente tomé el libro de Thomas Merton, el Camino de Chuang Tzu, que había adquirido recién, y empecé a ojearlo. No conseguía entender ni una sola página. Basta, me voy a dormir, cuando se me aparece el siguiente texto:


Cuando un arquero dispara porque sí,
está en posesión de toda su habilidad.
Si está disparando por ganar una hebilla de bronce,
ya está nervioso.
Si el premio es de oro,
se ciega
o ve dos blancos…
¡Ha perdido la cabeza!
Su habilidad no ha variado. Pero el premio
lo divide. Está preocupado.
Piensa más en vencer
que en disparar…
Y la necesidad de ganar
le quita poder.

En cuando leí esto mi organismo, por así decir, se reseteó. Tanta fue la claridad con la que vi la causa de mi disgusto, ¡había tocado y cantado por una hebilla de bronce! Sentí una emoción y al mismo tiempo un alivio tan grande que dormí liviano como un inocente. Desde entonces he tratado de mantenerme más cauto ante la necesidad de vencer.

En tu disco solista grabaste un poema de Pedro Antonio González. Poeta olvidado por la mayoría de nosotros, y que fuiste a encontrar por casualidad en las páginas de un diario. No puedo evitar ver en el gesto una declaración de hermandad, de amistad a distancias larguísimas y extrañas. Quizás no hubo una decisión definida de tu parte en el momento, pero ¿por qué quisiste incluirlo en tu imaginario?

Prefiero pensar que él me incluyó a mí en su imaginario. Fui utilizado como vehículo para seguir proyectando su visión. Yo me puse a su servicio. Cuando leí aquellos versos tan hondos, me estremecí tanto que traté de corresponderles en la justa medida.

El estilo narrativo ha estado presente desde Fother Muckers. En variadas ocasiones las letras responden a un relato, a una historia, ¿por qué utilizar ese formato? ¿qué tiene la narración referencial que la vuelve un género transversal en tu carrera hasta este momento?

Nunca lo pensé como un recurso. Fue natural, no creo haber tenido opciones. Me gustan los cuentos ¿a quién no? Claro que ahora tengo más naipes en mi baraja, pero aún así las letras me salen o no me salen, puedo ir corrigiéndolas, afinar algo aquí o allá, mejorar las terminaciones, pero no puedo planificar una letra. No creo tener un estilo. Quizá sí un tono.

Letras como las de Fuerza Especial, Lobo Mayor, Séptimo Cielo o Venir es fácil, constituyen narraciones más que interesantes en el panorama de la narrativa actual, Juventud Americana se podría leer de comienzo a fin como un libro de cuentos ¿por qué contar esas historias, elegir esos personajes?

Es un orgullo que me digas eso. Durante muchos años fantaseé con esa idea de hacer un disco que pareciera un libro de cuentos, y que cada tema pareciera una ilustración a color. Ya no es algo que persiga, pero me alegro haberme acercado. No sé por qué lo hice así, supongo que queríamos hacer algo accesible y grande, era nuestra ambición empezando con Ases Falsos dar un golpe de efecto que hiciera olvidar a los Fother Muckers.

En las letras de Juventud Americana hay una constante referencia a víctimas y victimarios, ¿tienes interés en estos discursos?

Bueno, es un tema delicado. Sí, es verdad que muchas canciones tratan de eso. Pero lo hago con cuidado, tratando de mantener la perspectiva, porque creo que uno de los grandes males de mi generación es la tendencia automática y casi instintiva a victimizarnos. A sentirnos los débiles, los indignados, reprimidos y oprimidos por los poderosos. ¿Y quiénes son los poderosos? Una sarta de apellidos extranjeros, logotipos multinacionales, oficinas gubernamentales… ¡una manga de fantasmas! Nos hemos olvidado que el verdadero poder, el fisiológico (veo la mente como parte del cuerpo, y el espíritu me resulta sagradamente misterioso), es el que en nosotros mismos reside, el que nos mantiene en pie, caminando, trabajando, bailando y que nos hace despertar cada mañana. Pero elegimos la esclavitud, y entonces cada vez que alguien demuestra un poco de vitalidad, de determinación y dignidad, se habla del valor de la rebeldía y de la resiliencia y toda esa basura heroica. De ganarle a la vida, esa es una frase recurrente, ¿te das cuenta? Cuando lo natural sería tener a la vida de nuestro lado, no como oponente. El oponente de la vida es la muerte, me parece a mí. Yo cada vez más trato de imprimirle a las canciones algún estímulo para desarrollar ese potencial poder. Pero luego estás a un paso de transformarte en un sucedáneo de Deepak Chopra. Es un juego peligroso. Muy entretenido de jugar.

Se nota que te interesa la mezcla, recoges diferentes estéticas para tus letras y proyectos ¿hay en ese sincretismo una búsqueda de identidad?

Quién sabe.

Me gusta irme de viaje por mi trabajo/ El combinado en el Coyote Quemado/ Las bandas gringas que me abrieron el mate/ Y los cogollos en Abril. Este es uno de las versiones que más cambios tiene en Amigo de lo ajeno ¿Te parece que las reescrituras y covers de este disco y de otros similares te permite resignificar esas obras y darle un nuevo contexto de producción para producir otro efecto distinto al de su origen?

No, cada vez que hago un tema ajeno me cuido de respetarlo cuanto más pueda. Rara vez me permito una intervención a la letra, a menos que me parezca una corrección ineludible. Pero en el caso mentado, el “No soy de aquí ni soy de allá” de Facundo Cabral lo reescribí siguiendo la tradición que ha nacido de las múltiples versiones que tiene la canción. Cada intérprete lo ha adaptado a su manera, es como un juego. Por ejemplo, la versión de Alberto Cortez tiene una orquestación exquisita, pero un par de versos que me cuesta asimilar. Elegí hacer una versión acorde a mis sentimientos, mal que mal es una canción sentimental, y absolutamente comprometedora. Más vale sentirse a gusto.

En Escultores en la parroquia, de Dúo Niágara, mencionas la intención de esculpir una estatua colosal de Felipe Avello, ¿qué volá?

Admiro a Felipe Avello y a su instinto autodestructivo desde hace más de una década. El soporte de su arte es su vida misma, eso es de una valentía conmovedora. Y siempre te lleva a lugares nuevos, es realmente un explorador en la oscuridad y tiene una gracia que no se consume.

En la misma canción se cuestionan los FONDART, ¿crees que puede influir de algún modo en las expresiones artísticas, en la transmisión de un mensaje? ¿cuál crees que debería ser la posición del estado respecto a la cultura?

Te soy sincero, me da mucho miedo el Estado. Han hecho atrocidad tras atrocidad, conozco su prontuario. Y yo sé que vivo dentro de sus reglas, pero quiero mantenerme lejos de su influencia, lo más lejos que me sea posible. Mucho menos deseo, claro, que financien mi trabajo. Para eso tengo mi público, que hasta ahora ha cubierto mis gastos. Lo justo es justo. Igual varias veces nos vemos en escenarios que indirectamente son levantados con fondos estatales. Es imposible hacerles el quite, de alguna manera son dueños del yo-ciudadano. Entonces, no sé qué posición debe tener el Estado respecto a la cultura, ni quiero saberlo. Como te digo, mientras más lejos de esos chacales, más seguro me siento.

¿Cómo es la relación entre la música y la letra en tu proceso creativo?

Lo que más me importa es la música. Pero ya que ha de llevar letra, que mal que mal es lo que me permite darme uno de mis mayores gustos, como lo es cantar, entonces trato de escribir algo que también alimente la inquietud de mis estimados oyentes. Y generalmente letra y melodía son fabricadas en diferentes talleres, por un lado tengo varios motivos musicales que grabo y archivo diligentemente y por otro, frases, versos y estrofas escribo y también digitalizo con sentido del buen orden. Pero rara vez me calzan uno con otro, así que ahí tengo que entrar a picar, a destruir y a construir. Sucede también, no la mayoría de las veces, que lo armo todo al mismo tiempo, de un viaje, ha sido el caso por ejemplo de Fuerza especial, Ojitos de marihuanera o Simetría. Y otras veces trabajo sobre motivos musicales de alguno de mis compañeros, lo que es muy agradable. Cae la cortina, Pacífico y Mi ejército, entre otras, eran ideas instrumentales de Martín que estructuré y a las que le agregué línea vocal y letra.

Ordena tus ideas/ Búscate un lugar para ensayar ¿Cómo se ensaya la escritura? ¿llevas un diario o alguna rutina?

Siempre ando con lápiz y libreta. Escribo cuando siento la necesidad, esté donde esté. Una vez completa la libreta, la reviso.

Voy a cantar/ Voy a cantar hasta aprender/ hasta aprender a hablar ¿Es la escritura en su condición de canto una forma de reapropiarse del habla, de poder comprender con tus estructuras?

Ese es un simple parafraseo del Zaratustra que me funcionaba muy bien con la idea de la gran curva, del gran anillo.

No sé quién de este mundo al fin me llama/de este mundo que no amo y que no me ama. La sensación de desarraigo es algo presente en esa canción, como también lo está en Canción del más allá, una suerte de incomodidad con los espacios y con la experiencia. Lo vemos en Tranquilo, hombre del espacio, y quizás podamos rastrear el tópico hasta Viaje de regreso. Te has declarado como un desarraigado, ¿qué es y qué implica para ti esta condición? ¿cuál es su relación con tu oficio como compositor?

Bueno, siempre vengo de afuera. He vivido en más de veinte casas, y no veo que me vaya a asentar pronto. Incluso tuve la experiencia cuando niño de vivir afuera del país siguiendo el trabajo de mi padrastro. Mi madre, que me crío, es una desarraigada por cuenta propia y no me transmitió ningún sentido de pertenencia. Soy el primer santiaguino de mis familias, entonces cuando los fines de semana jugaba a la pelota con mi hermano y mis amigos de Copequén, éramos los de Santiago. Lo mismo que en mis muchos inviernos y veranos en la región de Aysén, los niños de Santiago. Por otro lado, he tratado de creerme el cuento de ser santiaguino, y creo que en cierta medida lo he logrado, pero a estas alturas de mi vida tengo que aceptar que la ciudad es un error. La idea de una gran ciudad, un hermoso y terrible error. O quizás sólo sea una idea obsoleta, la megálopolis tenía más sentido antes de internet, eso seguro. Da para pensar. El primer capítulo de la serie animada de los Gnomos, que veía cuando niño, parte con una secuencia muy linda, en la que David cuestiona el sentido de las ciudades diciéndole al hombre “les encanta vivir juntos, muy juntos ¿qué les pasa? ¿es que tienen miedo?”. El otro día lo vi con mi niña, y me llegó. Parece claro que necesitamos poblar nuestro país cuan largo es. Y desparramarnos por costas, desiertos y montañas. Alejarnos. Creo que la distancia nos ayudará a repararnos y a respetarnos. Pero no soy de andar proclamando proyectos sociales. Partamos por casa, primero tengo que dar el ejemplo a mi hija y a mí mismo.

En una de tus primeras canciones, Ríos color invierno, dices: engañado por la poesía fue que anoche perdí a mi familia. ¿crees hoy que el oficio literario tenga relación con alguna clase de conflicto? ¿podría esto extenderse a la música?

El oficio literario-musical es bastante inofensivo, socialmente hablando. El ejemplo más a la mano que tengo es la cantidad de seguidores que tienen Los Prisioneros o Silvio Rodríguez. Gente que se canta todos sus temas y después anda a mazazos con el resto o de brazos cruzados cuando se puede echar una mano o bien prestando el cuerpo para cada bestialidad. O sea que es el receptor el que le da peso efectivo al mensaje.

En Nada cantas: olvido que la fiebre es la manera que tiene mi cuerpo para combatir la enfermedad y en una entrevista realizada por Cristóbal Bley el año 2013 mencionas la importancia de tu cuerpo como un instrumento que coordina el uso del tiempo a su antojo, ¿crees que este cuerpo, que sigue sus propias disciplinas y mandatos, influye en el modo en que las canciones son escritas? ¿sorprendes a tu cuerpo en las letras que escribes y en su musicalidad?

Todo es cuerpo. Tarde me he dado cuenta, pero más vale tarde…

 

Cristóbal Briceño (1985) es un músico inquieto. Trabajador incansable de la canción, se le conoce por ser el compositor principal de Fother Muckers, banda que luego renacería como Ases Falsos. Entre sus otros proyectos se encuentran los dúos Los Mil Jinetes (con Andrés Zanetta) y Dúo Niágara (con Juan Pablo Wasaff), y las bandas La Estrella Solitaria, Las Chaquetas Amarillas, y su proyecto solista.

La equilibrada sensibilidad melódica de sus composiciones, sumada a la diversidad como fruto de la colaboración con distintos músicos, hace de su carrera musical una interesante fragmentación de sonidos, donde la aproximación desde distintos imaginarios musicales está permitida.

Pasándose de paradero.

ruralidad

Hermosa ruralidad de un sueño, Carlos Hernández, Editorial Doña Tungo, 2008.

Hace un año Carlos Hernández me regaló su poemario. Me gustaría escribir que tardé todo este tiempo en leerlo, pero no fue así. En un mes lo tenía leído y conversado con mi amigo Benjamín (gracias a quien conocí a Carlos). ¿Por qué la demora entonces?, sin culpar al contexto, ni al tiempo u horarios, me culpo cabalmente de perderme en él. Leerlo una vez, luego dos, tres y hasta cuatro.

Es que la poesía de Carlos Hernández nos hace caminar por la orilla y el centro. Damos tumbos por el camino y nos encontramos a nosotros mismo leyendo uno o varios versos nuevamente. Me gusta como Ricardo C. Herrera declaró que “la poesía de Carlos es una vasija llena de agua esperando a quebrarse frente a nuestros ojos”. Lo es, sin dudas, pero agregaría que es el lector quien decide si se quiebra y disfrutamos aquello o si gozamos conteniéndola hasta más no poder.

El poemario contiene aproximadamente cincuenta y nueve poemas, los cuales se reparten entre las diversas subdivisiones que presenta éste. Nombro a la rápida algunas: Rayar el agua, La hermosa ruralidad de un sueño, La rebelión de los santos, Anzuelo, Paisajes de micro, Transeúnte desprevenido, La ciudad, Los malditos se bajan del bus. Intentaría explicar cada una pero dudaría sobre lo leído y tomaría el poemario una vez más. Claro está que nada en realidad queda claro, las temáticas confluyen unas con otras y se entrelazan de manera pasajera pero a su vez continua, es que Hernández lo logra; crea su propia realidad. En ella genera imágenes que nos recordarán a Teillier, le guiñe a Vallejo y Juarroz, conversa con Pessoa o se escabulle criticando y filosofando como lo haría Lihn.

Al reseñar este poemario, como dice Carlos “yo; repito, reitero, redundo/ mi canto no es mío/ ni nuevo el silencio de las cosas.”, y estoy en esa constante oscilación de reescribir lo ya indicado por otros, pero (y solicito que hagan el ejercicio) leer este poemario es subirse a una micro, pagar el pasaje, pasarse de paradero hasta perderse y no bajarse nunca tan solo para disfrutar de esa sensación.

No escribo esto para pagar una deuda por el “aniversario” del regalo otorgado por Carlos, muy por el contrario, solo quiero seguir debiendo aún más. Para ello termino con este poema (ubicado en Rayar el agua, primera sección de este poemario) que no podía dejar fuera por diversas razones: su construcción, la imagen proyectada, el lenguaje utilizado, un motivo poético claro, y así puedo continuar o incluso analizar verso por verso. No obstante, leerlo es la única respuesta certera al por qué de mi elección.

«ELLA»

Ella es un durazno fugaz

cayendo en mis manos indignas

 

Esto va

para todos los que <<saben>> amar

la contradicción de mi naturaleza

 

Humana la deseo

cuando la tengo lejos

entrar en su carne

que se siente como yo

quemando la mía suya.

 

Por Ítalo Rivera.

 

Mundial de Problemas

13179344_10154143704153908_425197341882134939_n

Mantra de Remos, Germán Carrasco,  Alquimia, 2016.

La genialidad te exime de la moral y el trabajo. Por eso, aquellos que más les cuesta la vida la buscan, es un refugio. En Mantra de Remos se encuentra la tensión de quien deja ir ese deseo y se dedica al arte de la atención — filmar o cuidar las plantas — y quien se adhiere a el y busca producir la idea con sensibilidad y elocuencia.

Mantra de remos es sobre la adecuación a un ritmo que permite coordinar afectivamente la acumulación de información sobre el espacio político, historias íntimas (recuerdos), observaciones, proyecciones, victorias morales, aprendizajes espirituales y todo aquello que pueda caber en un poema y en el día a día de cualquier persona: el libro es un camino para activar estos elementos con el fin de mover esas aguas para que emerja cierta evocación característica a la que reaccionamos /buscamos tan bien los lectores de poesía.

Los poemas que sirven a la mera referencialidad, al punto de vista ya masticado y que no expone sus principios al laboratorio del proceso de escritura te hacen perder el ritmo de los remos sobre el agua, que claro, no es un ritmo es un mantra, por lo que extraviarlo es más profundo.

Pero en este ir y venir de personajes los cuales declaran, se transforman o abandonan en el siguiente poema. Arrastra  durante la lectura una  densidad que le otorga libertad a las posibilidades de representación. Es decir, una base solida donde se puede acudir mediante la atención a diferentes texturas, elementos, textos. Aunque ningún poema se destaca muy por sobre otro es cómodo mantenerse en el libro.

Volviendo a nuestro punto de partida, tensiones, esquizofrenias: quien se repliega para meditar y atender sin pretensión la aparición y desaparición de partículas subatómicas contra el que avanza para indicar rotundamente cual es su código moral. Quien hace uso de los recursos provenientes de la más experimental tradición poética contemporánea contra quien escribe poemas intuitivos con chilenismos y sin  — si es posible— referentes culturales. Quien persigue su tranquilidad a través de la reflexión medida en base a la elegancia y precisión, contra quien se complace en el poema.

Estas contradicciones permiten trasparentar que el poema está escrito por una mano humana (salvo en Mario Bellatin). La cual, como el sujeto, está imbricada en procesos políticos, históricos, estéticos; flujo y devenir de ideas y reacciones cambiantes al reservorio de las experiencias públicas y privadas, la escritura no demanda tanta consecuencia como honestidad. El deseo articula estas dos dimensiones —íntima y política—  a través del ejercicios de escribir que tiene por resultado un particular imaginario.

Un ejemplo: la horizontalidad de registros léxicos donde el criterio para aunarlos es lo pragmático, lo que se puede escuchar o leer en un día cualquiera. Pienso en quien va leyendo en el metro a Ramiro Calle y se detiene en la palabra Zafu, cuando se le cuela un buena choro por el oído izquierdo y quién sabe que más. ¿Si estas palabras se cruzan en un vagón, por qué en un poema no?

Tras el rastrillo de una primera lectura estos elementos que quedaron, pero clara es la densidad del libro, con mucho material para abrir, profundizar y cerrar discusiones, un prisma para observar desde múltiples ángulos.

Por Gaspar.