Eran uno pero también éramos tres

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Habrá que hacer algo mientras tanto, Ezio Neyra, Editorial Cuneta, 2015.

«Acostarse tarde por la noche y pensar que mañana habrá mañana, es una lástima». Así inicia esta novela. Anterior a ello, y enlazándolo con el comienzo, nos encontramos con un elemento que nos servirá de guía en pro de la lectura que realizaremos. En el epígrafe, Ezio Neyra cita a Maurice Blanchot (La locura de la luz) y a Sigmund Freud (El malestar de la cultura). Me apego a esta última cita: ¿De qué nos sirve, por fin, una larga vida, si es tan miserable, tan pobre en alegrías y rica en sufrimientos, que solo podemos saludar a la muerte como feliz liberación?. Es la temática y no su contenido nihilista el que quiero destacar, a pesar de que quizás el trayecto nos deje en esta última al finalizar el viaje.

La idea temática de la obra puede considerarse absurda; tres personajes: Alto, Mediano y Gordo, buscan la manera de salir del país luego de no lograr conseguir una visa. Su decisión es crear una embarcación que les permita movilizarse hacia donde desean, la problemática superficial que surge es que donde ellos se encuentran no hay ríos o escape marítimo alguno para navegar. No obstante, la genialidad de Neyra y los recursos narrativos utilizados obligan a tomarla como una idea ejemplar. Lo irrisorio se torna necesario. El autor enmascara los ejes temáticos profundos mediante lo que pareciera ser una historia básica y superflua. Esto último recuerda a Jorge Isaacs. Este novelista y poeta colombiano en María utiliza el mismo mecanismo de “esconder” el fin verdadero del relato tras un manto temático bastante claro. En esta obra la pareja central y su idilio (truncado por la muerte) sirven como pretexto para algo más fecundo: ver nacer una prosa descriptiva cuya eficacia y ajuste contrastan con el patetismo de los momentos amorosos: retazos de paisajes, tipos pintados con colores vivos, letanías de plantas, flores y frutas; esto es lo que nos queda de María que no se ha amarilleado con el tiempo. Quizás el autor de Habrá que hacer algo mientras tanto busca aquello, trascender el aspecto narrativo en pos de uno técnico.

En la obra nos encontramos con un esquema estratégico al momento de distribuir y complementar la narración. El texto se desarrolla mediante tres capítulos narrados por un mismo personaje (Hacer algo mientras tanto, El encuentro y La construcción), en el primero la acción deambula entre el actuar del personaje y la monotonía que circula a su alrededor, de hecho el capítulo finaliza: «Ingresar, bostezar, mirar, callar, reposar, rezar, llorar, acostarse tarde en la noche y pensar que es una lástima que mañana haya mañana». El segundo se basa en cómo los personajes truncan sus caminos y se convencen de unir fuerzas para lograr su cometido. El tercero responde a su título y además comienza a inmiscuirse en la identidad individual de cada personaje. Mientras que en el último capítulo nos encontramos con la estructuración de lo hechos mediante los testimonios de los tres personajes. Dicho capítulo desencadena en el conocimiento cabal de la interioridad y edificación de cada uno de ellos. No obstante suscita una duda: ¿estos tres personajes son en realidad una construcción metafórica de momentos o estados del autor? ¿Existen los tres o mutan constantemente?. Ezio Neyra responde sintéticamente: «Eran uno pero también éramos tres.»

En Habrá que hacer algo mientras tanto el autor proyecta un escape físico-ficticio que grafica y es extrapolable hacia uno psicológico-cultural que envuelve al escritor y a sus personajes. A su vez, dicho viaje propone en reiteradas ocasiones a la muerte como medio por el cual encontrar una salida, incluso en discusiones que los mismos personajes llevan a cabo: “Desde ayer, Alto me repite que la solución no es morir, pero no sé si está en lo cierto. Me dice que morir solo será nacer en un mundo distinto en el que nuevamente desearé morir.”, pero sin ser ella en sí el punto único de fuga. Ezio Neyra desarrolla de principio a fin, aunque perdiendo fuerza hacia este último, una novela potente y tranquila, correcta y que incurre en errores aparentemente motivados, fuerte, tosca y delicada, en resumen: ridículamente eficaz.

Por Ítalo Rivera.

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