Asunto y recorrido

perder

Perder Teorías, Enrique Vila – Matas.

Editorial Kindberg 2016

No soy un lector de Vila – Matas, es primer libro que leo de él. Lo menciono porque sé que tiene bastantes seguidores,  acostumbrados a sus recursos, temas y tramas. Para mí fue algo nuevo, no sé si es el mejor o el peor libro para empezar, pero es claro que a través de una lectura muy amable y llevadera se sugieren en esta pequeña novela, movimientos amplios de largo alcance y retorno.

La ficción — por decirlo de una forma ingenua —  se diluye en la realidad y la realidad en la ficción, hay una diálogo con otros libros, no se puede saber con certeza que frases son homenajes de Vila – Matas a otros autores, — lo que, claro está, supone una noción de autor menos tradicional—  como  montajista es preciso,  las escenas elegidas son diferentes en su estilo y todas aportan de un modo particular a la construcción de la novela.

Todos estos elementos, novedosos para mí, pero probablemente comunes para aquellos lectores de Vila – Matas, hacen de la lectura de Perder Teorías algo entretenido — perdón lo antojadizo—  a momentos cómica, sobre todo liberadora, disuelve barreras, logra distender hacia el final. Más allá de lo anterior,  quería intentar en los siguientes párrafos reflexionar sobre esto de ganar y perder certezas y de qué manera escribir puede ser conquistar experiencias, las cuales — por suerte — nunca dejan de revelarse en los dos sentidos de esta palabra.

Es curioso que el convencimiento sea uno de los motores más efectivos para la escritura — como en la vida— uno toma decisiones, visita lugares, conserva amistades y compra objetos en base a la teoría que en ese momento le acomoda más a la mente y le permite adaptarse.  Tu cuerpo busca la manera de sentir fuertemente que esas acciones te acercan a ese no se que que intuimos hay tras el convencimiento. Aún más curioso es que la realización sistemática de estas acciones enmarcadas en una forma específica de darle sentido a la realidad, terminen llevando a ese mismo sistema a entrar en crisis, una crisis que demanda una nueva construcción teórica para avanzar. Kurt Vonnegut escribe refiriéndose al oficio: un herrero debe odiar su yunque, el yunque siempre está ahí, la herramienta para golpearlo es la que cambia.

La literatura es la creación más valiosa de la humanidad en su intento por entenderse a si misma esta cita de Pamuk, reproducida por Vila – Matas como provocación al taxista en la primera escena de la novela, refuerza esta idea y la amplifica. La literatura no es la creación más valiosa para entender la humanidad, sino que es un resabio, un daño colateral de este ejercicio. Así como nos convencemos con enfoques, intuiciones o teorías durante el proceso de escritura para desecharlas luego y probar otras, la misma literatura es una gran teoría desplazada del centro como explicación del mundo. Posteriormente llevada por la inercia a transformarse en todo lo contrario — esto lo vemos muy bien en Vila – Matas — en la vida misma, la literatura como experiencia que interviene la vida.

Esta peripecia — de ganar y perder teorías— funciona para el escritor como un camino de depuración casi espiritual, en lo que nos compete a nosotros va dejando un resabio: la obra, como pequeños tragaluces a esta conciencia explorando el infinito.

Queda claro en la novela que este ejercicio no está en función — al contrario de lo que uno pensaría — de limitar la escritura a una teoría final que diera respuesta de una vez y para siempre a las problemáticas que supone el oficio; sino al examen constante y cada vez más exigente de lo que Vila – Matas llama en esta novela un espíritu vacante que debe ser capaz de mantenerse como tal. Pero más que eso, esta performance en que se articula vida y escritura también configura una espaciación, un lugar — digamos virtual— donde pueden confluir diversos contenidos, rastros, huellas, repito: intuiciones que demandan constantemente un desplazamiento de los sentidos con el fin de ganar tiempo para lograr quien sabe que.

Diario de lectura: Un detalle — quizá azaroso— en el colofón. El libro acusa haber sido impreso en el  cruellest month de Abril, desde mi cama puedo ver que aún duerme sobre mi escritorio Paterson  de  William Carlos William. Me levanto a tomarlo en busca de una cita, no recuerdo la página exacta, solo que se encontraba abajo y a la izquierda. Paso páginas al azar, se que en algún momento la voy a encontrar y que no hay una forma más eficiente, solo queda esperar. Me demoro pero estoy seguro que sucederá, la encuentro: ¿Quién es el que habló de abril? Algún / enloquecido ingeniero. No hay repetición/ el pasado está muerto. En otro texto, autobiográfico el poeta norteamericano cuenta: La tierra Baldía… aniquiló nuestro mundo como si hubiera lanzado una bomba atómica sobre él y nuestras arriesgadas incursiones hacia lo desconocido se hubieran hecho polvo.

Más allá del debate específico de estos escritores que admiro. Dos cosas sobre esto 1. Las peripecias particulares de cada autor forman un plano general para el lector. Un libro puede ser una respuesta, una propuesta, una sala de espera, un lugar de convergencia. Es la repetición de un ejercicio donde cada autor sabe que tanto apretar y soltar las cuerdas que componen el tejido. 2. Toda afirmación, por más literaria que sea, es capaz de ocupar un espacio afectivo y material, la consciencia sobre esta dimensión política al perder teorías, vuelve el ejercicio más temerario,  cada vez que se deja un espacio por ir a buscar algo más; se corre el riesgo de no poder volver, de quedarse sin silla donde descansar, sin un techo donde poder parar siquiera a cargar el celular. (Fin de la nota)

Escribir es una forma de esperar quizá, en función de esa espera está la espaciación, la exploración de lugares virtuales. Es necesario hacer tiempo para que alcancen a llegar otros ojos, el fin es colectivo, debemos repetir las peripecias y dialécticas una y otra vez, para que de vez en cuando uno amplíe el campo de batalla, así como los maestros tibetanos cuyas enseñanzas  no son más que atajos a través del camino.

Algunas de estos y otros asuntos me permitieron pensar este libro, me imagino que a cada uno le pasaran cosas distintas, lo cierto es que es una experiencia de lectura enrevesada y que vale la pena. Hay un tema con la soledad que seguro entra en tensión con lo que he desarrollado. Pero mejor no entrar en eso en invierno, aunque el sol este arriba, como ahora.

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